...Y con esta ya van cien.
Para ti viajero desconocido que cada año mueres de nuevo Su mente se sumergía en aquel sopor placentero en el que anhelaba instalarse permanentemente pero su lucidez, se negaba a marcharse y dejar su cuerpo a merced de aquel insensible aunque plácido destino. Por ello, a ratos le devolvía a la realidad; era entonces cuando el gélido frío adherido a su cuerpo le recordaba en el lugar en que se encontraba y una mezcla de dolor, miedo, angustia y desesperanza le invitaban al abandono. Los párpados le pesaban como la lápida en la que nunca cincelarían su nombre y un pensamiento irónico le produjo un amago de sonrisa que sus mortecinos labios se negaron a ejecutar. Allí estaba rumbo a ese nuevo mundo, camino de esa nueva vida con la que tanto había soñado y por la que trabajó durante años. Recordó como había conseguido cada chelín y cada penique, las noches en las que contó y recontó las monedas hasta conseguir aquella pequeña fortuna. Como una mañana gris plomiza paseó por aque