Napoleón lo tuvo clarísimo en el momento que le llegaron las noticias de la campaña rusa. Una hambruna diezmaba sus tropas, porque a tan lejanas latitudes, la intendencia alimentaria se convertía en un problema a resolver. Debía poner remedio ipso facto empecinado como estaba, en conquistar el mundo a golpe de ejercito invasor. Necesitaba alimentar a sus soldados en territorios tan lejanos ya que la guía Michelin no recomendaba ningún restaurantes de carretera con menús baratitos para tanta gente.
El emperador se dispuso a resolver sus problemas de abastecimiento y se le ocurrió convocar un concurso: “
Madames y mesieses”, que decía, “pagaré 12.000 francos y otorgaré el titulo de benefactor de la humanidad a aquel que me diga como dar de comer a mis chicos sin que se inflen a roquefort, que es lo único podrido que está bueno y además es caro ”.
Los franceses, que son muy suyos en esto de la comida, no les gustó saber que sus chavales se echaban a la boca cualquier cosa y como no tenían un Ferran Adrià para prepararles una espuma de ensaladilla rusa aderezada con suspiros de polvoron, se pusieron manos a la obra.
El ganador fue el maestro confitero, francés por supuesto, Nicolas FranÇois Appert quien ideó el primer método de preservación hermética de los alimentos. Los metía en botellas, las tapadas y luego las hervía.
¡ Listo el condenado, aunque… el mérito estaba meter la comida por el cuello de una botella sin hacerla puré primero…, ¡ah perdón! que eran botes, ¡claro!.
Ganó el concurso y abrió la primera fábrica de conservas del mundo. Pero a Napoleón esto no le funcionó como él esperaba porque las botellas eran, en términos militares inoperantes, ¡que se rompían vamos!.
En 1810 entra en escena un inglés llamado Peter Duran quien se fue derechito a la casa de patentes, por si las moscas, e inscribió su idea. Utilizaría latas revestidas de estaño en lugar de botes de cristal y claro, al emperador se le pusieron los dientes largos, largos pero, pensó..., “
como voy a dominar Europa que más da, utilizaremos su invento que ese Peter pronto será Pierre”. El pobre ni se imaginaba que 5 años más tarde los ingleses le darían “pal pelo” en Waterloo, que digo yo que: este desaguisado de batalla debió ser culpa del abrelatas, inventito en el que ni Napoleón ni Peter pensaron. Tardó en presentarse ante la humanidad nada menos que 45 años, hasta entonces los pobres soldados debieron recurrir a métodos mas expeditivos para poder abrir las dichosas latitas tales como: clavarles la bayoneta, golpearlas con un martillo y cincel, o, liarse a pedradas con ella. Va a ser por eso que llegaron a la batalla tan cansados los francesitos.
Entre tanto uno de los nuestros llamado José Colin pensó en la rentabilidad del sistema de envasado mientras se comía unas sardinas del cantábrico que estaban de vicio y claro está, monto una fábrica en Nantes 1820 donde se dedicó a envasarlas fritas, luego las conservó en aceite y donó a la posteridad un estilo de conservas, “estilo Nantes”,muy original por cierto.
Analizaliso este hito transcendental para la sociedad, mientras abro una lata de callos con garbanzos que odio cocinar y comer pero sacian el paladar de mi chico cuando mi tiempo es escaso esto me suena mucho... "saben aquel que..."
Eah! ser malos que es más divertido